Los mexicas, o aztecas fueron un pueblo ubicado en el centro y sur de México, ejerciendo su dominio allí aproximadamente a partir del siglo XIV y hasta el siglo XVI.
Con la derrota de los toltecas, la parte central de México se nutrió de grandes oleadas inmigratorias, partiendo de los confines del lago Texcoco.
Precisamente, todo comenzó a las orillas del Texcoco.
Nadie apostaría por un pueblo que se instaló en una zona llena de pantanos, es decir, nada próspera, y rodeados de enemigos, que les permitían, a cambio del pago de tributos, habitar la zona menos fértil del lago Texcoco.
Y cabe aquí preguntarse que por qué los aztecas se fueron a instalar precisamente en una zona que a priori no parecía la adecuada, puesto que si hacemos un ejercicio de imaginación y nos ponemos en la piel de estos primeros pobladores, nos encontraremos con que si fuésemos un caudillo azteca, ninguno de nosotros elegiría para instalar a su pueblo, el peor lugar posible imaginable: los alrededores de un pantano son lugares húmedos, proclives a la aparición de enfermedades y muy pocos dotados para la proliferación de los cultivos.
Sin embargo, todo esto vino dado por la firme creencia que tenía el pueblo azteca en una antigua leyenda de tradición oral, que se pasaba de padres a hijos, de generación en generación.
Esta leyenda afirmaba que el pueblo de los mexicas fundaría su civilización en la primera área pantanosa donde vieran un cáctus arriba de una roca, y encima del cáctus, un águila engullendo una serpiente.
Así después de vagar por todo el territorio del actual México, llegaron al lago Toxcoco, y se instalaron siguiendo los consejos de sus sacerdotes, que mostraron el lugar como el elegido por los dioses.
Y precisamente allí fue donde el pueblo azteca fundó su capital, Tenochtitlan en el año 1325.
La región lacustre del Texcoco resultó al contrario de lo que parecía en un principio, una zona fértil y gracias al ingenio de los aztecas, se dieron grandes posibilidades para el desarrollo de la agricultura, de la pesca y del comercio.
Este ingenio se plasmó fundamentalmente en los adelantos en las técnicas agrícolas, destacando entre ellas la conocida como técnica de chinampas. Esta técnica de agricultura intensiva que consistía en la construcción de islas artificiales por medio de cortezas que sujetaban extensiones de arena, tierra y cultivos, y cría de animales domésticos.
Estas técnicas agrícolas se combinaban con la ganadería, y la pesca y la caza en el lago, logrando importantes beneficios por medio de los intercambios comerciales con los pueblos de la zona.
Gracias a esto, poco a poco esta civilización comenzó a prosperar: se adecentaron las orillas del lago, se construyeron islas artificiales para sostener cultivos, se construyeron calzadas, puentes y acueductos, así como un complejo sistema de canales para el traslado y comercialización de sus productos por todo el territorio.
Con una estructura compleja y evolucionada en su administración y en su política, que recuerda en gran medida a la edad media feudal europea, la sociedad mexica fue creciendo gracias a las altas cotas de organización, alcanzando a ser, en poco más de dos siglos, una de los imperios más poderosos de la historia de México
Con la derrota de los toltecas, la parte central de México se nutrió de grandes oleadas inmigratorias, partiendo de los confines del lago Texcoco.
Precisamente, todo comenzó a las orillas del Texcoco.
Nadie apostaría por un pueblo que se instaló en una zona llena de pantanos, es decir, nada próspera, y rodeados de enemigos, que les permitían, a cambio del pago de tributos, habitar la zona menos fértil del lago Texcoco.
Y cabe aquí preguntarse que por qué los aztecas se fueron a instalar precisamente en una zona que a priori no parecía la adecuada, puesto que si hacemos un ejercicio de imaginación y nos ponemos en la piel de estos primeros pobladores, nos encontraremos con que si fuésemos un caudillo azteca, ninguno de nosotros elegiría para instalar a su pueblo, el peor lugar posible imaginable: los alrededores de un pantano son lugares húmedos, proclives a la aparición de enfermedades y muy pocos dotados para la proliferación de los cultivos.
Sin embargo, todo esto vino dado por la firme creencia que tenía el pueblo azteca en una antigua leyenda de tradición oral, que se pasaba de padres a hijos, de generación en generación.
Esta leyenda afirmaba que el pueblo de los mexicas fundaría su civilización en la primera área pantanosa donde vieran un cáctus arriba de una roca, y encima del cáctus, un águila engullendo una serpiente.
Así después de vagar por todo el territorio del actual México, llegaron al lago Toxcoco, y se instalaron siguiendo los consejos de sus sacerdotes, que mostraron el lugar como el elegido por los dioses.
Y precisamente allí fue donde el pueblo azteca fundó su capital, Tenochtitlan en el año 1325.
La región lacustre del Texcoco resultó al contrario de lo que parecía en un principio, una zona fértil y gracias al ingenio de los aztecas, se dieron grandes posibilidades para el desarrollo de la agricultura, de la pesca y del comercio.
Este ingenio se plasmó fundamentalmente en los adelantos en las técnicas agrícolas, destacando entre ellas la conocida como técnica de chinampas. Esta técnica de agricultura intensiva que consistía en la construcción de islas artificiales por medio de cortezas que sujetaban extensiones de arena, tierra y cultivos, y cría de animales domésticos.
Estas técnicas agrícolas se combinaban con la ganadería, y la pesca y la caza en el lago, logrando importantes beneficios por medio de los intercambios comerciales con los pueblos de la zona.
Gracias a esto, poco a poco esta civilización comenzó a prosperar: se adecentaron las orillas del lago, se construyeron islas artificiales para sostener cultivos, se construyeron calzadas, puentes y acueductos, así como un complejo sistema de canales para el traslado y comercialización de sus productos por todo el territorio.
Con una estructura compleja y evolucionada en su administración y en su política, que recuerda en gran medida a la edad media feudal europea, la sociedad mexica fue creciendo gracias a las altas cotas de organización, alcanzando a ser, en poco más de dos siglos, una de los imperios más poderosos de la historia de México
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